Paul & Percival Goodman

Una nueva comunidad

(1947)

 



Nota

El mensaje principal de este texto es abordar una recomposición de la producción y el consumo, de forma que ambas se conviertan en una expresión de la vida con sentido.

Fuente: Capítulo 6 de Communitas. Means of Livelihood and Ways of Life.

 


 

La Supresión de la Diferencia entre Producción y Consumo

Aislando el Trabajo, Aislando los Hogares

A los hombres les gusta hacer cosas, manipular materiales y ver cómo cobran forma transformándose en aquello que desean; y se sienten orgullosos de esas cosas. Y les gusta trabajar y ser útiles, porque el trabajo tiene un ritmo y surge de un sentimiento espontáneo, como el juego, y porque la gente se siente bien cuando es útil. El trabajo productivo es una especie de creación, una extensión de la personalidad humana a la naturaleza. Sin embargo, también es cierto que las relaciones capitalistas de producción estatales o privadas -y la industria mecanizada en su forma actual, bajo el sistema que sea- han destruido hasta cierto punto los placeres instintivos del trabajo; y que lo que le disgusta a todo el mundo es el trabajo económico. (Aún así, existe pavor al desempleo y la gente a la que no le gusta su trabajo no sabe qué hacer con su tiempo libre). En las economías capitalistas o del socialismo estatal, la eficiencia se mide por los beneficios y por el crecimiento, más que por el manejo efectivo de los medios. La producción en masa, desmenuzando los actos del trabajo en pequeños pasos y distribuyendo los productos lejos de casa, destruye la sensación de que se está creando algo. El ritmo, la pulcritud, el estilo, son de la máquina más que del hombre.

La división de la economía entre producción y consumo como dos polos opuestos hace que estemos lejos de las condiciones en las que el trabajo podría ser una forma de vida. Una forma de vida requiere combinar los medios con el fin, y el trabajo tendría que plantearse como un proceso continuo de actividad gratificante, satisfactoria en sí misma y en su fin útil. Tales consideraciones han llevado a muchos economistas moralistas a querer retroceder en el tiempo hasta las antiguas condiciones del artesanado en sociedades más pequeñas, donde las relaciones de los gremios y los pequeños mercados permitían al maestro artesano tener capacidad de decisión e intervención en todas las fases de producción, distribución y consumo. ¿Podemos alcanzar estos valores en el contexto de la tecnología moderna, la economía nacional y la sociedad democrática? Vamos a abordar esta cuestión, mediante un reanálisis de la eficiencia y la producción mecánica.

Es característica de las oficinas y fábricas americanas la disciplina severa respecto a la puntualidad. (En algunos Estados, la ley obliga a tener máquinas para fichar, para proteger a los trabajadores y calcular el coste del seguro). No hay duda de que, en muchos casos en los que los trabajadores cooperan en equipos, donde el negocio depende de cuándo se hagan los pedidos o las máquinas funcionan con fuentes de energía temporal, llegar puntual y al mismo tiempo que el resto de la gente es esencial para la eficiencia. Pero, en líneas generales, no marcaría mucha diferencia la hora a la que cada hombre empezase y terminase su jornada laboral, siempre que el trabajo quedara hecho. A menudo, el trabajo podría realizarse indistintamente en casa o en el centro laboral, o bien una parte en un sitio y una parte en otro. Pero esta laxitud nunca se permite, excepto en los típicos casos de los escritores mal pagados o de los creativos comerciales -típico porque estos trabajadores tienen una relación incómoda con la economía en cualquier caso-. (Existe una bonita historia sobre cómo William Faulkner preguntó a la Metro Goldwyn Mayer si podía trabajar desde casa, y cuando ellos le respondieron: “Por supuesto”, él regresó a Oxford, Mississippi).

La puntualidad no se exige principalmente por una cuestión de eficiencia, sino por la disciplina que conlleva. La disciplina es necesaria porque el trabajo es oneroso; tal vez, hace que la idea de trabajar sea aún más onerosa, pero también hace que el trabajo en sí sea mucho más tolerable, porque es una estructura, una determinación. La disciplina establece el trabajo en un ambiente secundario impersonal en el que, una vez que uno se ha levantado de la cama temprano, el resto viene fácilmente. La regulación del tiempo y la separación del ambiente personal son signos de que el trabajo no puede ser una forma de vida; son los métodos por los cuales, para bien o para mal, el trabajo que no puede ser inducido directamente por una motivación personal puede hacerse igualmente sin motivaciones personales.

En los planes de la Ciudad Jardín, “aislaron la tecnología” de los hogares; en términos más generales, nosotros aislamos el trabajo de los hogares. Pero es incluso más acertado decir que aislamos los hogares del trabajo. Por ejemplo, resulta calamitoso para la mujer o los hijos de un trabajador visitarle en su puesto de trabajo; ese es un privilegio reservado para los altos directivos.

 

Reanalizando la Producción

A la hora de planificar una región con un trabajo industrial satisfactorio, hay que considerar, por tanto, cuatro principios fundamentales:

1. Una relación más estrecha entre el entorno personal y el productivo, estableciendo una puntualidad razonable, en lugar de disciplinaria, e introduciendo fases de producción en casa y en pequeños talleres; y a la inversa, encontrando unos usos técnicos apropiados para las relaciones personales que ahora se consideran improductivas.

2. Un papel para todos los trabajadores en todas las fases de producción; dar a los trabajadores experimentados capacidad de decisión y de intervención en el diseño del producto y en el diseño y funcionamiento de las máquinas; y otorgar a todos una voz política en la economía nacional, basada en lo que cada cual conozca mejor, en su industria específica.

3. Un programa de trabajo diseñado con criterios psicológicos y morales, además de técnicos, para dar a cada persona el trabajo más equilibrado, en un ambiente diversificado. Incluso en la tecnología y en la economía, los hombres son tanto fines como medios.

4. Unidades relativamente pequeñas con una autosuficiencia relativa, de forma que cada comunidad pueda integrarse en un conjunto mayor de forma solidaria y con criterios independientes.

Estos principios son todos interdependientes.

1. Para terminar con la actual separación entre el ambiente del trabajo y el hogar, podemos hacer dos cosas:
(a) Volver a llevar ciertas partes de la producción a talleres domésticos o cercanos al hogar; e
(b) Introducir el trabajo doméstico y ciertas relaciones productivas familiares, que ahora no se consideran parte de la economía en absoluto, dentro del estilo y las relaciones de la economía a mayor escala.

(a) Piensa en la actual proliferación de herramientas mecánicas. Podría decirse que antes la máquina de coser era la única máquina productiva distribuida de forma masiva; pero ahora, especialmente debido a la última guerra, la idea de miles de pequeños talleres de máquinas, que funcionan con electricidad, se ha vuelto familiar; y las pequeñas herramientas eléctricas son productos que se venden muy bien. En general, el cambio del carbón y el vapor a la electricidad y el petróleo ha suavizado una de las mayores causas de la concentración de la maquinaria en torno a un solo eje motriz.

(b) Borsodi, retomando la economía de Aristóteles, ha probado, a menudo con un realismo hilarante, que la producción casera, como la relativa a la cocina, la limpieza, las reparaciones y el entretenimiento, tiene un valor económico formidable, aunque no se traduzca en dinero en metálico. El problema es facilitar y enriquecer la producción doméstica, empleando los medios técnicos y los conocimientos de los expertos del sistema productivo general, sin que ello suponga destruir su individualidad.
Pero lo principal para encontrar una vida productiva satisfactoria en los hogares y las familias consiste en analizar las condiciones y las relaciones personales: por ejemplo, la cooperación productiva entre el marido y la mujer que existe en las granjas, o las capacidades productivas de los niños y las personas mayores, que ahora están excluidos de la producción en un sentido económico. Esto implica problemas afectivos y morales extremadamente profundos y delicados que sólo pueden solventarse mediante experimentos de comunidades integradas.

2. Una causa principal de la absurdez del trabajo industrial es que cada operario sólo está familiarizado con unos pocos procesos, no con todas las fases de producción. Y no sabe cómo ni adónde se distribuyen los miles de productos fabricados. La eficiencia la organizan desde arriba gestores expertos que primero dividen el conjunto de la producción en procesos simples, luego los sintetizan en combinaciones integradas en las máquinas, luego organizan la logística de los suministros, etc, y finalmente asignan las tareas.

Frente a esta eficiencia organizada desde arriba, debemos intentar poner esa función en manos de los trabajadores. Ello sólo es factible si los trabajadores conocen por completo todos los procesos de producción. Debe haber una escuela de enseñanza profesional, académica y no inmediatamente productiva, conectada con la fábrica. Entonces, hacemos una distinción entre aprendices y graduados. A los aprendices, mientras estudian, se les asignan las tareas más monótonas; a los graduados, las tareas ejecutivas y de coordinación, el trabajo delicado, los toques finales.

La pieza maestra con la que se gradúa un aprendiz es alguna nueva invención, un método nuevo u otra contribución práctica que suponga un avance para la industria. Los maestros son los profesores y, como parte de su trabajo, sostienen debates libres en busca de cambios básicos.
Tal sistema de organización resta mucho valor al plan de producción continua, pero se trata de ver si no será más eficiente a largo plazo tener a los hombres trabajando para ellos mismos y con capacidad de decisión sobre la distribución. Y no estamos hablando simplemente de democracia económica o propiedad socialista. Ambas son revisiones necesarias pero no son el significado político del industrialismo en sí. Lo que hace falta es una organización de la democracia económica basada en las unidades productivas, donde cada unidad, apoyándose en su propia pericia y en su capacidad de negociar con lo que pueda ofrecer, coopere con el conjunto de la sociedad. Esto es sindicalismo, simplemente una reunión de una ciudad industrial. Para garantizar el poder independiente de cada unidad productiva, éstas deben tener una relativa autosuficiencia regional; lo que equivale a la unión de la granja y la fábrica.

3. El trabajo mecanizado en su forma actual es, a menudo, embrutecedor; no una “forma de vida”. El remedio para esto es la asignación del trabajo sobre unas bases psicológicas y morales, además de las técnicas y económicas. El objeto es crear un tipo de trabajo equilibrado. El trabajo se puede dividir en trabajo en equipo e individual, o en trabajo físico e intelectual. Y pueden combinarse distintas industrias en cada vecindario, para dotarles de una variedad apropiada. Por ejemplo, el vidrio fundido, el vidrio soplado y los instrumentos ópticos; o de una forma más general, la industria y la agricultura, y la fábrica y el trabajo doméstico. Probablemente más importante, pero difícil de conjurar, es la división en términos de facultades y poderes, rutina e iniciación, cumplir órdenes y darlas.

La cuestión es concebir un programa integral de trabajo para cada persona, y adaptar los edificios y las granjas para que dicho programa sea factible.

4. La integración de la fábrica y la granja nos lleva a la idea de regionalismo y de la relativa autonomía regional. Sus partes principales son las siguientes:

(a) Un sistema agropecuario diversificado como base de la autosuficiencia; centros urbanos, por tanto, pequeños (200.000 habitantes).

(b) Varios centros industriales mutuamente dependientes, de forma que haya un control firme sobre una parte importante de la economía nacional. (La idea siempre es tener una libertad que esté asegurada por un poder real).

(c) El desarrollo de estas industrias en torno a recursos regionales: tierra, minas y energía.
Los granjeros diversificados pueden ser independientes, y por eso las granjas pequeñas siempre han sido una base de la estabilidad social, aunque no necesariamente del conservadurismo campesino. Por otro lado, para las máquinas que ahora va a necesitar, al granjero le hace falta dinero, y crea un vínculo con la economía a mayor escala de la ciudad.

El problema político del trabajador industrial es el contrario, dado que toda la industria depende por completo de la economía nacional, tanto por los materiales como por la distribución. Pero mediante la interdependencia regional de las industrias y la estrecha integración del trabajo de la fábrica y la granja -trabajadores de la fábrica haciéndose cargo de las tareas del campo en temporadas altas, granjeros trabajando en la fábrica en invierno; gente de la ciudad, especialmente niños, viviendo en el campo; granjeros haciendo pequeñas piezas para las fábricas en casa- la región industrial, en su conjunto, puede asegurarse un poder de negociación independiente dentro del conjunto nacional.

El signo general de este sistema federal es la distinción entre el mercado regional local y el nacional. En el transporte, el mercado local se hace caminando, en bicicleta, carreta y coche; el nacional, en aviones o trailers.

(Ahora, todo esto -unidades descentralizadas, mercados dobles, selección de las industrias con bases políticas y psicológicas, además de económicas y políticas -, todo esto parece una forma extraña y rebuscada de lograr una economía nacional integrada, cuando hoy en día ya existe tal unidad, con una rigurosidad que no deja nada al azar y una eficiencia que es incluso excesiva. Pero lo que nosotros buscamos es una medida de la eficiencia diferente, una en la que florezca el ingenio y donde el trabajo sea un incentivo por sí mismo; y lo más importante, que esté a la altura de los más elevados y cercanos ideales de la vida: la libertad, la responsabilidad, la autoestima del trabajador y la iniciativa. Si comparamos los objetivos, vemos que el sistema actual no tiene nada que ofrecernos).

(Traducido por Piluca Martínez Alonso)

 


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