John Zube

El camino hacia el voluntarismo

(1986)

 



Nota

El rasgo teórico y práctico que mejor caracteriza a la panarquía es el voluntarismo. Mediante el voluntarismo, las posibilidades de lograr la paz y la libertad (para los individuos y para los grupos) son mayores que a través de cualquier otro plan personal y social. Esto se debe a que luchar contra las elecciones voluntarias no es una parte integral de la experiencia humana (a menos que intervengan factores patológicos graves).

En estos tres breves escritos, John Zube destaca los vínculos entre la panarquía, la paz y la libertad, y subraya, una vez más, que la aterritorialidad y el voluntarismo son las precondiciones esenciales para su implementación.

 


 

Hacia la paz y la libertad, a través del panarquismo

El panarquismo no es más que la aplicación consecuente de un principio básico anarquista que ha sido formulado en numerosas ocasiones y de maneras distintas.

Errico Malatesta, por ejemplo, dice (Tomado de: Il Programma Anarchico, 1919):

"Así que, libertad para todos, de forma que puedan propagar sus ideas y experimentar con ellas. Libertad sin otra restricción que la que surja naturalmente del mismo derecho a ser libre de todos los demás”.

Desafortunadamente, tales proposiciones generales, que muchas veces están incluso contenidas en las declaraciones de derechos proclamadas por instancias gubernamentales, pueden interpretarse de formas muy diferentes, y han sido interpretadas de formas muy diferentes por los anarquistas, los libertarios y los estatistas.

Los panarquistas afirman que ellos son los únicos que han dotado a esta idea de una interpretación consecuente con el anarquismo, el voluntarismo, el individualismo.

La mejor analogía es probablemente la de la tolerancia religiosa, por oposición a su organización jerárquica. Bajo esta libertad, cualquier persona amigable puede tener sus creencias religiosas y practicarlas libremente junto a otros que pueden ser librepensadores, racionalistas, agnósticos, ateos, humanistas, y que están a sus propios asuntos.

Todos ellos pueden seguir discutiendo tanto como quieran, pero sólo con palabras. Por lo demás, coexisten pacíficamente y se dejan en paz o, si intentan hacer conversiones para su causa, estas son meras conversiones individuales.

El equivalente panarquista del supuesto anterior, en los ámbitos político, económico y social, es: el estatismo para los estatistas y el anarquismo para los anarquistas; cualquier forma de estatismo para los que crean en él (siempre que puedan soportarlo) y cualquier tipo de organización no gubernamental para quienes prefieran esta segunda opción.

Como dijo K. H. Z. Solneman:

“Para cada persona, el gobierno de sus sueños”.

A lo que yo añadí: “O el no-gobierno de sus sueños”.

Se supone que, en un caso tal, cada uno de los diferentes grupos tendría los mínimos motivos para oponerse a las acciones de otros que simplemente estuvieran atendiendo a sus asuntos -por ellos mismos o para ellos y siempre por su cuenta y riesgo-; ya que, de esta forma, las acciones de cada cual estarían menos restringidas, en caso de que tuvieran alguna restricción.

Tal cambio acarrearía, naturalmente, consecuencias sobre las actuales luchas partidarias, la resistencia y los atentados terroristas, las guerras civiles y las internacionales. Estos casos presuponen una norma territorial uniforme para todos, que apenas tolera excepciones en los ámbitos político, económico y social.

Sin que seamos conscientes de sus implicaciones panarquistas, ya tenemos y disfrutamos del panarquismo en muchas otras facetas de la vida que son sumamente importantes para la mayoría de la gente, por ejemplo: los deportes, las modas, las dietas, el entretenimiento, las artes, la artesanía, la elección de trabajos o profesiones, la elección de lecturas o de actividades de estudio y enseñanza, los estilos de vida particulares, las opciones personales de movimiento y de transporte, las medios alternativos de medicina y mantenimiento físico, las formas de organización de las empresas privadas y cooperativas, una gran diversidad de asociaciones voluntarias para distintos propósitos, los círculos de amigos, las relaciones sexuales (incluso las cómodas opciones de los contratos de matrimonio y divorcio son panarquistas), la religión y la experimentación de las ciencias naturales.

Sin embargo, debido a una serie de mitos, prejuicios y errores populares, hasta ahora hemos dejado los ámbitos político, económico y social fuera de este tipo de libertad de acción, competencia o experimentación.

Los panarquistas no son sino anarquistas congruentes, que también quieren dicha libertad en esas tres importantes esferas, hasta ahora monopolizadas por los gobiernos territoriales.

A través de esta extensión de la libertad (que incluye incluso la libertad de no ser libre, según la elección particular de cada cual), esperan conseguir, al menos, el mismo tipo de ventajas (con independencia de su justificación ética) que pueden derivarse de la libertad de acción que ya existe en las facetas menores antes mencionadas, donde la diversidad de acciones ya es la norma, lo aceptado, donde cada cual va a lo suyo, sin imponerlo a los demás, y donde todos dan por sentada este tipo de tolerancia mutua.

El panarquismo no significa más que la extensión a todos los ámbitos de la libertad de experimentar, de la libertad de actuar, siempre y cuando cada uno respete plenamente las mismas libertades para los otros, con sus diferentes opciones.

Además, los panarquistas son lo bastante realistas como para darse cuenta de que el mero discurso, por muy hábilmente que se elabore y por avanzado que sea, no tiene el suficiente poder de persuasión sobre la mayoría de la gente. No ha tenido dicho poder durante los últimos cientos de años y es poco probable que consiga tenerlo en los próximos siglos; concretamente, el poder de persuadir a todo el mundo para que se adhiera a una forma particular de anarquismo.

El panarquismo es una especie de compromiso inflexible. Cada cual consigue gestionar sus asuntos a su manera, pero no que su ideal sea compartido por otros -a menos que tomen la decisión individual de hacerlo.

La libertad para practicar el estilo de vida que cada uno elija en todos los sentidos, entre personas de ideas afines y con total independencia de lo que escojan hacer los demás -que también pondrán en práctica sus propias ideas con otros- es ya un gran logro, por ejemplo, para los anarquistas.

Además, en una situación social tan nueva, no sólo tendrían libertad de expresión y de educación para convencer a más gente de que aceptase el anarquismo -e incluso una posibilidad, por pequeña que sea, de persuadir de ello a todo el mundo-, sino que serían completamente libres para demostrar a sus vecinos y a cualquier otro observador cercano cómo es su tipo de anarquismo y qué beneficios podría aportar.

También sería probable que sus éxitos y sus fallos pasaran a difundirse por todo el mundo.

Los actos dicen más que las palabras. A pesar del papel que puedan hacer los medios de comunicación de masas, las acciones en otros países, culturas, áreas lingüísticas, etc. no tienen el mismo poder de persuasión que las que se llevan a cabo en el propio vecindario, a la hora de crear formas alternativas de vida, trabajo, disfrute y autogestión.

Incluso si se dieran acciones que fueran mal vistas o despreciadas por otros, éstos no tendrían nada que temer, porque nadie se las impondría a ellos. Seguirían siendo libres para rechazar cualquier tipo de práctica que no les gustase, pudiendo observarla meramente como un ejemplo disuasorio o como un simple pasatiempo.

 


 

El camino panarquista a la paz y la libertad

¿Va a ser alguna vez obligatoria la pertenencia a una comunidad, colectivo, sociedad o cooperativa anarquista?

¿A quienes no son anarquistas sólo se les debe dar como opción la adopción del anarquismo o la muerte?

¿Están los anarquistas preparados para tolerar actividades estatistas entre adultos estatistas, igual que quieren que los actuales estatistas toleren que ellos practiquen entre sí sus actividades anarquistas?

¿Están los anarquistas lo suficientemente a favor de la libre elección individual como para permitir que otra gente tome por sí misma decisiones muy diferentes a las que los ellos tomarían en sus propios grupos?

¿O es que la mayoría de los anarquistas, al igual que la mayoría de los estatistas y los autoritarios, los centralistas, los universalistas, los territorialistas, etc., quieren permitir que haya un solo tipo de sociedad, supuestamente ideal, en todo país, en todo momento?

¿Debemos, entonces, distinguir entre anarquistas voluntaristas y anarquistas autoritarios?

Si uno realmente cree en un tipo de sistema determinado, siempre tiende a imaginar que todos los demás también podrían o deberían creer en él y que algún día lo harán.

Pero, ¿debería uno estar preparado para esperar todo el tiempo necesario para persuadir al resto?

¿Debería uno, por consiguiente, posponer la realización de la anarquía hasta que todos sean anarquistas -si es que eso llega a ocurrir-?

¿O debería, en su lugar, aspirar a que haya instituciones alternativas para todos los que las deseen, a la autonomía de las minorías, a que cada cual haga lo que quiera, por su cuenta y riesgo, dejando a los demás que hagan lo mismo -por mucho que hagan cosas que le resulten detestables-?

Si la pertenencia a comunidades y sociedades anarquistas no ha de ser obligatoria, ¿qué pasa entonces con las libertades y derechos, por limitados que sean, que quieren tener otros?

¿Van a ser libres para organizarlos y limitarlos a su criterio, sin que los anarquistas -que son libres para gestionarse como quieran- les molesten? Si es así, digámoslo ahora y con toda claridad:

Ante todo, y como personas realistas y que también defienden los derechos y libertades del resto, sólo queremos el anarquismo para los anarquistas y CONSENTIR el estatismo para los estatistas, respetando sus elecciones libres e individuales.

Desde el punto de vista organizativo, esto requeriría, naturalmente, algunos cambios, preparativos y precauciones.

Lo único verdaderamente fundamental sería la adhesión voluntaria, basada en el secesionismo individual y en la organización no territorial, bajo los contratos o leyes personales que cada cual escogiera.

En otras palabras:

Autonomía minoritaria y mayoritaria para quien quiera, basada en la soberanía individual, que es compartida y combinada en la medida en que quieran los individuos.

 


 

¿Cómo podrían coexistir pacíficamente las comunidades anarquistas, incluso con las estatistas,
siendo cada individuo libre de elegir entre ellas?

Para esta transformación, obviamente, habría que prescindir de "soluciones" centralistas, nacionales, obligatorias, uniformes, territoriales y mayoritarias.

Las opciones restantes son:

- Membresía voluntaria para todos, basada en el secesionismo y el asociacionismo individuales, y

- Organización no territorial, bajo leyes personales o acuerdos y pactos, privados y cooperativos.

Para que esta alternativa sea práctica, hay que combinar el voluntarismo y la organización no territorial.

Cuando las alternativas se permiten únicamente sobre una base territorial, pasan a ser asunto de naciones-Estado excluyentes o de distintos sistemas de guetos, reservas o campos de concentración y deportación, porque hay que lograr la deseada uniformidad e "integridad territorial", que no tiene nada que ver con la libertad individual.

Puesto que todo lo dicho no es nada nuevo, como norma, uno debería esperar que en algún momento, en algún lugar, entre algunas personas, esta alternativa ya se hubiera puesto en práctica, de algún modo y durante algún tiempo.

Si uno no se apoya sólo en los historiadores nacionalistas, centralistas y estatistas, puede encontrar, de hecho, muchos precedentes históricos e incluso experiencias contemporáneas de la alternativa "panarquista" para tantos "gobiernos" o sociedades libres como los deseados por sus clientes, consumidores o súbditos; o si se quiere, para la soberanía de los consumidores también en lo referente a los servicios o perjuicios gubernamentales.

El panarquismo trata de observar todos los precedentes históricos y las posibilidades futuras de ese tipo y todas las teorías planteadas hasta ahora sobre estos temas, y trata de desarrollarlas más a fondo, con el fin de proveerse de una filosofía política, económica y social de libertad que haga aflorar las energías creativas de cada persona dentro sus círculos, y que libere o cree nuevas opciones de resistencia ante cualquier privilegio, monopolio, coacción, imposición y agresión.

Porque los panarquistas no sólo sueñan con que la gente no violenta pueda tener libertad para hacer lo que quiera, sino con que todas las personas sean libres para oponerse a los agresores y para proteger su modo de vida de una forma efectiva y legítima, entre muchas a escoger; y para que puedan colaborar de miles de maneras para llevar a cabo esa resistencia y esa protección.

La libertad tiene muchas más y mejores respuestas que ofrecer de las que tiene el estatismo.

En un futuro previsible, no podemos esperar que todo el mundo se ponga de acuerdo sobre algún método supuestamente ideal de protección, de resistencia y penal.

Por tanto, en una sociedad reorganizada conforme a los preceptos de la panarquía, habrá una gran variedad de sistemas de protección y de opciones de orden público y de jurisdicción, incluyendo, naturalmente, la autodefensa y la vigilancia vecinal, así como cualquier clase de jurisdicción voluntaria y de arbitraje, o de sistemas de jurado populares y liberados; todos ellos, siempre, acordados de antemano.

Los distintos grupos autónomos y aterritoriales establecerían pactos "internacionales" entre sí sobre todos los delitos que traspasasen sus "fronteras" no territoriales.

(Traducido por Piluca Martínez Alonso)

 


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