Ricardo Mella

Anarquía y Colectivismo

(1889)

 



Nota

El debate, a veces demasiado enconado, entre los anarco-colectivistas (a cada cual según su trabajo) y los anarco-comunistas (a cada cual según sus necesidades) ha caracterizado en el pasado la historia del movimiento anarquista. De ahí que fuera creciendo en algunos la necesidad de desarrollar una anarquía sin adjetivos.

Ricardo Mella, abundando en esta última posición, propuso un anarco-colectivismo flexible y abierto a todas las contribuciones y tendencias anarquistas que cada uno quisiera apoyar y promover en el ámbito de sus proyectos.

 


 

Se intenta suprimir de nuestra bandera el principio económico del colectivismo, y se intenta sin que abonen tales propósitos razón alguna fundamental. Hemos visto el colectivismo combatido por los comunistas sin que nos cause la menor extrañeza. Nos maravilla en cambio verle rechazado o eliminado, cuando menos, por los mismos que siguen siendo colectivistas. No se combate el principio mismo, de modo que apenas podemos darnos cuenta de esta situación anómala. Hasta hace muy poco no hallábamos más que sombras cuando tratábamos de buscar algo que se pareciese a una argumentación en contra de nuestro principio económico. Se le eliminaba por la razón suprema de los dioses, se le eliminaba porque si. Pero a última hora, sin duda bajo la presión de la necesidad, obligados por las demandas de la sana razón y de la lógica, los partidarios de la eliminación ofrecen un argumento, argumento único como buscado con candil a mitad del día. La anarquía – dicen – no admite adjetivos, porque esto equivaldría a calificarla, a determinarla. Y a renglón seguido esos compañeros hablarán de libertad política, de libertad económica, de libertad absoluta como si la anarquía y la libertad no fueran sinónimas y lo que una admite la otra lo rechazara. Olvidan, en primer lugar, que hay adjetivos que mas bien ratifican que califican al sustantivo que los acompaña, siquiera la gramática no intervenga en estas determinaciones del uso y la costumbre. Olvidan, en segundo término, que la anarquía no entraña mas que una parte de la solución del problema social y que, por tanto, se necesita coordinar con ella, armonizar, por decirlo así, la segunda parte de la cuestión con los principios de libertad que proclamamos.

Ellos mismos lo dicen: la anarquía, la libertad supone desde luego condiciones económicas para que pueda existir, y esas condiciones son las de la igualdad de todos los seres humanos consagrada por la socialización de la propiedad. Y esto es un principio esencialmente colectivista. ¿Pero siguen los partidarios de la reforma la serie lógica de sus deducciones? ¡Ah, no! Básteles sin duda aquella afirmación y olvidan que proclamando la libertad como la proclaman o lo que es lo mismo, la posesión absoluta de todos los derechos, no pueden dejar de determinar estos, y al determinarlos venir a consagrar otro principio colectivista. En nuestra «Sinopsis Social» lo hemos probado hasta la evidencia: el hombre en un régimen de libertad es dueño absoluto de sus sentimientos, de sus pensamientos y de sus obras, y tanto lo es, que en nombre de esa misma libertad podrá renunciar a la posesión de cualesquiera de ellos. Es por la anarquía misma que afirmamos el derecho a disponer de nuestras obras, el derecho de propiedad sobre nuestro trabajo. Y es también por la anarquía que podemos renunciar, si queremos, a ese derecho y conformarnos a vivir en comunidad. Pero nótese bien que en el primer caso se trata de un derecho y en el segundo de una determinación de la voluntad libre. Aquél es indiscutible para todo anarquista, so pena de negar la libertad, en tanto que en éste, las determinaciones de la voluntad no caen bajo el orden de los principios ni aún hay para qué discutirlas: que cada cual haga lo que quiera. Afirmar, pues, la anarquía es afirmar el colectivismo y viceversa.

Refútese nuestra argumentación y si estamos equivocados lo confesaremos sinceramente. Hasta el presente, un silencio forzado es la única contestación a nuestras afirmaciones, como si faltara la fuerza de la lógica para refutarnos o todo se confiara a la fuerza del número.

El colectivismo es la ratificación, es la confirmación de la anarquía y lo es tanto más cuanto no excluye procedimiento alguno de organización económica incluso el comunismo. Proclamar el libre funcionamiento de las colectividades – esencia del colectivismo – es proclamar la más pura anarquía. Proclamar la anarquía, la libertad, es equivalente a proclamar la no legislabilidad de todos los derechos incluso el derecho de propiedad del trabajo, o lo que es igual, el colectivismo, como parte sustantiva de una sociedad libre. He ahí nuestras conclusiones.

En el examen critico que dejamos hecho, tanto de la organización federativa de la Regional como de sus principios, van envueltas nuestras opiniones. Terminaremos por hoy haciendo un resumen de nuestras deducciones al hacer la critica de la organización.

De cuanto dejamos dicho se deduce que apreciamos dos órdenes de cosas distintas, esencial uno, secundario otro. Lo esencial para nosotros son los fundamentos lógicos de la organización, lo secundario sus detalles. En lo esencial quizá no nos separe nada del concepto general que nuestros compañeros tienen formado del asunto. En lo particular, en los detalles tal vez la separación sea mayor.

Opinamos que los Estatutos de la Federación Regional deben ser purgados de cuanto revista aspecto de legislación y modificada su base principal. No rechazamos la resistencia, pero no puede esta servir de base única y exclusiva. La verdadera base de la organización, no puede ser otra que la comunidad de opiniones y por ende la Revolución social, sin excluir ninguno de los medios que a ella conduzcan. No cabe tampoco determinar estos, so pena de caer en el mismo error que trata de corregirse. Deseamos, pues, una gran amplitud en lo fundamental. Y lo fundamental para nosotros, es la base principal de la organización, y la libertad de procedimientos orgánicos y de lucha.

Esto aparte, entendemos que la organización general, la estructura de la Federación, no debe ser modificada. En los detalles, en los procedimientos para conseguir la unidad y la cohesión necesaria no nos hacemos la ilusión de poder sujetarnos por completo a nuestro principios. Se dice a toda hora, y se dice con razón, que la anarquía es imposible sin condiciones previas de igualdad, y sin embargo, se pretende constituir organismos completamente anarquistas cuando aquellas condiciones faltan en absoluto. Si esto pudiera ser fácil, también lo sería el convertir lentamente a la sociedad a nuestros ideales. Pero esto es indudable que solamente la Revolución lo traerá. Subordinarlo todo a la Revolución, tal es nuestro punto de vista.

Para organizarnos necesitamos prescindir de aspiraciones generosas en lo que no sea esencial; los detalles indispensables de todo organismo poderoso, los elementos de combate, los medios de coerción nos los imponen las circunstancias, a nuestro pesar, y no seremos nosotros quienes por tiquis miquis de puritanismo nos opongamos a la unión necesaria que da la fuerza, indispensable para pelear y vencer.

En una palabra, entendemos que la anarquía es una inspiración, no es ni puede ser una realidad del presente, y por tanto, con la práctica de aquél principio en absoluto no iremos a ninguna parte. Se impone pues la necesidad del acuerdo por medios prácticos y sencillos de cuanto se refiera a comisiones, cuotas, solidaridad, medios de lucha, y demás extremos consiguientes a un organismo de combate, como sin duda lo es el nuestro.

Tal vez por estas conclusiones se nos tache de reaccionarios, pero esto importa poco. Lo que deseamos es que no nos falte nunca el valor necesario para decir en voz alta lo que piensan y creen sinceramente muchos anarquistas, y lo que pensaban y creían, no hace mucho, todos lo diversos elementos de la Regional.

Nuestro punto de mira es este: todo por la Revolución y para la Revolución.

Necesitamos una organización de fuerza, y esta no se obtiene fácilmente por la practica pura de nuestros principios en una sociedad totalmente autoritaria.

Queremos, pues, esa organización de fuerza, sea como fuere, porque queremos la Revolución.

He ahí todo.

 


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